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Sentimientos, pensamientos, ideas, locuras, sucesos, sueños... que mas dá, el chiste es escribirlo

domingo, 20 de septiembre de 2009

 

(des)ventajas de usar windows en la oficina

En las reuniones matinales entorno a la máquina de café se habla de los últimos virus sufridos por todo el mundo, menos usted por ser usuario de Linux, y se siente por ello marginado.
Se ve obligado a leer todos los correos que le envía su jefe, sin tener acceso al derecho universal de uso de la utilísima frase "El Outlook no me deja abrirlo", que sus compañeros tanto disfrutan.
La ausencia de estrés y de cabreos enfurecedores delante de su ordenador le está convirtiendo en una blanda, plácida y sebosa bola de grasa, mientras que sus compañeros se mantienen tensos y alerta todo el día, estallando en un torbellino irascible a la menor ocasión. Usted envidia su combatividad.
El dinero que los demás emplean tan provechosamente en licencias, soportes, períodos de renovación y derechos de utilización, usted lo malgasta en ir al cine, en cenas, y en alcohol, lo cual está deteriorando su salud enormemente.
En caso de una invasión de seres extraterrestres ultraviolentos (como sucede a menudo) , no podrá, tal como ocurre en "Independence Day", instalar Outlook en la nave principal de los invasores y de este modo destruir su civilización.
Al no ser usted usuario de Windows, ningún amigo le llama para que emplee toda una tarde del fin de semana en reinstalar su ordenador, de modo que se aburre mortalmente mientras sus compañeros disfrutan agradablemente de sus relaciones sociales.
La falta de impactantes pantallazos azules está atrofiando el pigmento azul de su retina, por lo que su oculista le ha recomendado que mire fijamente durante varias horas al día al logotipo de IBM. Sus compañeros, en cambio, han hiperdesarrollado su pigmento azul y pueden, de hecho, ver en la oscuridad.
Al ser usted usuario de Linux no tiene ninguna excusa para reiniciar su ordenador docenas de veces al día, y observa con envidia como sus compañeros conversan amigablemente en los pasillos durante sus placenteros reinicios, mientras usted se ve obligado -injustamente- a ser productivo todo el tiempo.
Al no tener que recordar números de serie, claves, keywords, códigos de registro y períodos de evaluación, su memoria se está deteriorando preocupantemente. Sus compañeros, en cambio, recuerdan cientos de útiles y vitales códigos de registro, los cuales intercambian placenteramente, sin que usted pueda participar de su gozo.

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jueves, 3 de septiembre de 2009

 

Erase una vez...

Sábado 2 de septiembre de 1978 una madre angustiada y adolorida y un padre expectante aguardaban con emoción la llegada del primogénito que estaba por llegar, que aunque ya se había anunciado, ese pequeño se resistía a nacer como augurando que su ingreso a este mundo no era mejor que el cálido ambiente en el seno materno.

Pero lo inexorable finalmente se impuso, y con dificultades el pequeño nació después de un prolongado y doloroso alumbramiento.

Fue recibido y bienvenido con muestras de alegría y cargado con grandes expectativas. Ese pequeño llegado con inocencia, debilidad, dependencia, inauguraba su entrada a este mundo ignorando lo que el destino le deparaba. Nadie podía predecir su fortuna. Era una carrera, que conforme iba andando, iba descubriendo su mundo. En ella encontró cariño y adversidad, amor y sufrimiento como un preámbulo de lo que sería toda su vida. Regalos, Navidades, fiestas, cumpleaños y enfermedades propias de la edad, inestabilidad de sus padres, pequeños traumas que fueron surgiendo como antecedentes que fueron moldeando su personalidad.

Días pasaron, semanas transcurrieron, años fueron quedando atrás, y ese niño fue creciendo. Niño normal, con inquietudes de niño, esperanzas, anhelos, frustraciones, sueños, ambiciones, caídas, levantadas, todo ello se fue grabando poco a poco para formar su acervo experimental.

Niño, adolescente, joven, escuela, aprendizaje, experiencias, traumas.

Mozo, buen mozo, amistades, estudios, derrotas que se convierten en victorias porque esa es la pedagogía de la vida. Se aprende a fuerza de sufrir, de golpes, enfermedades, traumas, que al capitalizarse van formando experiencia, van formando carácter, van dando solidez, desarrollo. Como el Herrero que a fuerza de golpes sobre el acero caliente va forjando, dando forma.

Edad de la experiencia va entrando. Nuevas ambiciones, nuevas satisfacciones. El forjador persiste en su tarea, moldea, acuña, troquela. Más sufrimiento pero se va adquiriendo resistencia

Finalmente llega la etapa de la estabilidad. Estabilidad emocional, afectiva. Adiós a un modo de vida que ya pasó. Adiós a aquellas experiencias con los amigos, irreflexivas y hasta irresponsables, pero gratas y encantadoras. Ahora ha llegado un complemento que viene a llenar un vacío en el corazón de todo hombre. Un anhelo que mientras no se realice, siempre existirá un vacío que clama por esa parte. Algunos lo llaman la media naranja, la costilla, términos prosaicos. A mí me gusta que se le denomine: la ayuda idónea.

Y como colofón se cierra el ciclo. Ese del que estoy hablando, como puedes percibir se trata de uno mismo. Empieza este ciclo con un nacimiento y se cierra con otro nacimiento. Pero no es el final, porque la vida sigue, no se detiene, marcha inexorablemente. A veces quisiéramos apurarla y a veces detenerla, pero no podemos hacerlo, ella tiene su propio ritmo. ¿Que hacer entonces? Caminar con la pauta que ella nos marca. ¿Qué nos presenta? Momentos placenteros y momentos dolorosos. Pero todo es para bien, porque si consideramos la aflicción pura, esta no es una desgracia. Es la consecuencia de algo que se hizo indebidamente, y la vida que está diciendo: Corrige eso que hiciste mal. Tomare experiencia, agarrando madurez, adquiriendo entereza.

Y al final uno mismo sale ganando porque al superar toda la amargura se llegar a la cima y se puede ver hacia abajo donde quedó todo el sufrimiento y todo lo negativo como un recuerdo vago y como un andamiaje para edificar una relación profunda, madura, estable con uno mismo y con la familia.


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