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Sentimientos, pensamientos, ideas, locuras, sucesos, sueños... que mas dá, el chiste es escribirlo

viernes, 7 de septiembre de 2007

 

La búsqueda del sentido de la vida

Hace 10 años, el 2 de septiembre de 1997, moría en Viena un famoso psiquiatra, Viktor Frankl. Su voz se difundió por los cinco continentes a través de innumerables conferencias en las que defendió su teoría psicoterapéutica: la logoterapia.


Sus libros continúan entre nosotros y nos dan un testimonio particularmente vivo a favor de la dignidad del hombre, de un hombre dotado de libertad y de responsabilidad con las que puede hacer el bien o el mal.No podemos recordar en pocas líneas lo que nos enseñó este hombre, un hebreo que sobrevivió al horror de los campos de exterminio nazi. Quizá su misma lucha en favor de la vida y de la dignidad de cada ser humano sea el resultado de una experiencia profunda que habla más que sus palabras.De todos modos, vamos a espigar algunas ideas de Frankl que encierran una fuerza particular. Cada hombre, tú, yo, el más desgraciado de los miserables, tenemos dentro de nosotros una mente y un corazón que nadie puede tocar, que nadie puede destruir.

Es cierto que nos pueden secuestrar, encadenar, amenazar. Pero nadie nos puede obligar a pensar lo que no queremos, ni amar lo que odiamos, ni despreciar aquello que es lo más importante para nosotros. A lo sumo, podrán dañar nuestro sistema nervioso o destruir partes importantes de nuestro cerebro, pero entonces no habrán doblegado la capacidad del espíritu: un hombre enloquecido no puede usar plenamente de sus facultades, no es capaz de amar en plenitud.En los campos de concentración, decía Frankl, los verdugos querían anular la dignidad y las energías espirituales de sus prisioneros. Algunos, quizá muchos, sucumbían, y llegaban a ser con sus compañeros tan crueles como crueles eran los carceleros. Pero otros, con una energía espiritual indestructible, eran capaces de abrir el corazón a la esperanza, de ayudar al vecino de cama menos afortunado, o de soñar, al anochecer, entre el frío y el cansancio, en la esposa o el esposo que quizá les seguía esperando en algún rincón del planeta.No han desaparecido, por desgracia, los campos de concentración y de exterminio.

Pero resulta dramático encontrarse con jóvenes o adultos desesperados, dispuestos al suicidio o al abandono, cuando conservan a veces todas sus energías físicas e, incluso, bienes materiales más que suficientes. ¿Por qué su angustia, por qué su "neurosis"? Quizá, nos diría Frankl, porque no han encontrado el sentido de su vida. Es cierto que muchas neurosis tienen un origen psicosomático. Pero también es cierto que hay neurosis que nacen, precisamente, del sentimiento del fracaso de quien no tiene ningún proyecto serio por el que luchar, por el que sufrir.Cada hombre y mujer, en esta tierra, puede vivir para algo, puede vivir para alguien.

Querer vivir "para nada", en la desesperación y en el vacío de quien busca atrapar el placer del momento sin ningún proyecto serio, sin ningún amor sincero, es caminar hacia la propia destrucción emocional y existencial. Es un suicidio moral, quizá tan grave como el suicidio físico, al que no pocas veces, por desgracia, conduce.Por eso la terapia a la neurosis moderna radica en ayudar a los demás (y ayudarnos a nosotros mismos) a descubrir nuestro quehacer, nuestra misión en esta vida. No se trata de encontrar que de la noche a la mañana puedo empezar a ser pintor, o médico, o bombero. Lo que debo hacer, con seriedad y con realismo, es ver lo que ha sido mi trayectoria personal para coger los hilos que me dicen qué espera de mí la vida, qué anhelan los demás de mi existencia.Alguno pensará que hay situaciones sin sentido. Un cáncer en un adolescente, un accidente de carretera que deja inválido a un padre de familia, una hemorragia cerebral que obliga a una madre a quedarse para siempre en una silla de ruedas, ¿pueden tener un significado, un valor? Frankl nos diría que sí.

El espíritu humano es tan fuerte que puede sobreponerse al dolor y darle una luz y un significado superiores. También es cierto que puede haber quien no soporte ni un dolor de estómago y que se desespere cuando pierde el dedo de una mano. Pero eso es señal de un fracaso más profundo: no hemos sabido descubrir lo que la vida nos estaba pidiendo en los pequeños o grandes dolores de cada día.En el horizonte de las infinitas situaciones humanas, Frankl supo descubrir la presencia ignorada y escondida de Dios. Hay un designio que nos supera, nunca comprendido del todo; hay un proyecto en el que cada uno tiene un lugar maravilloso. Descubrir ese proyecto de Dios, pensado para mí, para mi propia felicidad y para el bien del mundo, es una tarea que nos pide a todos abrir el corazón a la esperanza. El dolor no es el fracaso de una vida sin sentido. El dolor es una invitación a dar sentido a lo que parece una vida fracasada, pero no lo es: todo vale en el horizonte del amor de Dios.



Fernando Pascual. Profesor de Filosofía en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum

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